Convocatoria del volumen 6, número 1

Florecimiento humano, virtud y progreso
Enero-junio de 2023


Los seres humanos se sienten plenos cuando son productivos: siembran el trigo y las viñas que los alimentan a ellos y a los demás con quienes cooperan pacífica y voluntariamente. Se ponen manos a la obra con diligencia, laboriosidad y fe, y ahora cosechan los frutos de su esfuerzo.

Desde una perspectiva judeocristiana, el florecimiento humano implica alcanzar tanto la paz o shalom (paz, bienestar, calma, salud, tranquilidad) como la felicidad o bienaventuranza aquí en la tierra. Florece quien alcanza un estado de plenitud, el cual comprende toda la realidad material del hombre y la trasciende.

Aristóteles relacionó la felicidad con el buen vivir. Usó el término «eudaimonía» para señalar la búsqueda de un bien (supremo) que es valioso por sí mismo y que da sentido a la existencia. La Real Academia Española define la eudaimonía como un «estado de satisfacción debido generalmente a la situación de uno mismo en la vida». Es decir que cada persona, libre, con sentimientos y racionalidad, dirige su propia búsqueda por aquello que da sentido a su vida, y aunque varía lo que cada quien elige como medios y fines, la eudaimonía es una meta objetiva y universal. Quizá sirva aclarar que la vida eudaimónica no está exenta de sacrificio, disciplina, esfuerzo, dolor… pero, en última instancia, representa una vida que merece ser vivida porque incluye realización y trascendencia.

Hoy, vemos esfuerzos sistemáticos por estudiar el florecimiento humano sin emplear una clave religiosa. El Programa de Florecimiento Humano de la Universidad de Harvard, por ejemplo, intenta delinear parámetros medibles que en su conjunto hacen felices a los hombres. Toman en consideración cinco parámetros: la felicidad y la satisfacción de la persona con su propia vida, la salud mental y física, el propósito o el sentido de la existencia, el carácter y la virtud, y la cercanía que tenemos con los demás.

En esta edición de la revista Fe y Libertad queremos profundizar en nuestra comprensión del florecimiento humano. Buscamos resaltar las raíces aristotélicas y judeocristianas del fenómeno, así como la íntima relación entre el florecimiento humano, la virtud y el progreso. Deseamos explorar lo que ocurre al interior del hombre que crece, florece o se potencia haciendo acopio de las virtudes humanas. Además, es importante analizar las características del ordenamiento social dentro de la cual las personas pueden dotar sus vidas de sentido y alcanzar su máximo potencial. La historia nos enseña que el progreso material es producto del respeto a la propiedad privada, la inviolabilidad de los contratos, la autonomía de la familia, la emergencia de mercados dinámicos y abiertos, y un poder político limitado que vela por la vida y libertad de los ciudadanos, entre otras cosas. Un ecosistema económico, político y social que permite a las personas ejercitar su libertad y responsabilidad y cooperar armoniosamente con los demás, supera a una matriz institucional que esclaviza, instrumentaliza o coacciona a las personas, a uno que multiplica la pobreza, o a otro que engendra violencia.

Invitamos a los contribuyentes a este volumen a abordar preguntas como las siguientes: ¿cuáles son las instituciones que emergen en sociedades libres que sirven de humus para el florecimiento humano? ¿Se deconstruyen las instituciones que permitieron a los ciudadanos de dichas sociedades florecer en el pasado?, ¿por qué? ¿Cuáles son las virtudes más relevantes para alcanzar el florecimiento humano? ¿Cómo se asocia el trabajo humano con la virtud, el florecimiento y el progreso? ¿Cabe hablar de virtudes burguesas en contraposición a las virtudes aristotélicas, cristianas o kantianas? ¿Son secundarias las llamadas virtudes burguesas? ¿Es posible cuantificar el florecimiento humano? ¿Qué limitaciones presentan tales mediciones? ¿Conduce al florecimiento humano la inversión en las artes, en el cuidado del ambiente, en actividades de ocio y en otros quehaceres que satisfacen las necesidades espirituales del hombre? ¿En qué etapa del desarrollo de la sociedad suelen destinarse recursos a dichas actividades? ¿Es más virtuoso o feliz quien elige someterse a privaciones materiales, que quien vive holgadamente? ¿Es la afluencia un medio o un obstáculo para alcanzar la paz y la plenitud? ¿Qué rol juega el agradecimiento a Dios y a la vida en el sentido de plenitud? ¿Es posible enseñar y replicar la eudaimonía, la alegría de vivir, o solamente se puede confiar en el ejemplo? ¿Cómo afectan a la convivencia pacífica los vicios de la envidia, la codicia y el resentimiento? ¿Qué debemos al prójimo que enfrenta necesidades materiales y psicológicas que le impiden florecer? ¿Cuál es el papel de la tradición en el florecimiento humano? ¿Es preciso actualizar o completar la comprensión judeocristiana del trabajo, los mercados y la creación de la riqueza? ¿Qué aportan los avances tecnológicos al florecimiento humano?

Moris Polanco Juan Sebastián Landoni

Director editorial Editor invitado