La inconsistencia de la política exterior argentina en
el siglo XX y el interrogante sobre la relación con China en el siglo XXI


The inconsistency of Argentine foreign policy in the 20th century and the question about the relationship with China in the 21st century

Maximiliano Albornoz

Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina
Universidad Nacional de Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina
Universidad Argentina de la Empresa (UADE), Buenos Aires, Argentina

[email protected]

Resumen: : El artículo realiza una interpretación del rezago económico argentino desde la teoría de las relaciones internacionales conocida como realismo periférico. Este puede explicarse por la postura profundamente antinorteamericana que la dirigencia argentina tuvo durante todo el siglo XX, con énfasis a partir de 1945, como también haber sostenido alianzas con socios caídos en desgracia (Inglaterra después de la Primera Guerra Mundial y Alemania durante la Segunda Guerra Mundial). Este análisis contrasta con la visión convencional de que los problemas argentinos son principalmente económicos (y domésticos) y que no hay una postura equivocada con respecto a la inserción internacional del país y a las relaciones con las grandes potencias. Mirando hacia el futuro, la relación con China es un interrogante y la dirigencia argentina debería no volver a cometer errores en materia de política exterior que han tenido elevados costos en términos de bienestar, adoptando, quizás, una posición de segundo mejor.

Palabras clave: potencias, Estados Unidos, realismo periférico, segundo mejor.

Abstract: The article carries out an interpretation of the Argentine economic backwardness from the theory of international relations called peripherical realism. This can be explained by the profoundly anti-American stance that the Argentine leadership took throughout the 20th century with emphasis after 1945 as well as having sustained alliances with disgraced partners (such as England after First World War and Germany after the Second World War). This analysis contrasts with the conventional view that Argentina's problems are mainly economic (and domestic one) and that there is no wrong stance regarding the country's international insertion and relations with the great powers. Regarding the future, the relationship with China is a question mark and the Argentine leadership should not make any more foreign policy mistakes that cost the country dearly in the past, maybe adopting a second-best position

Keywords: power, United States, peripherical realism, second best.

Introducción

El objetivo de este artículo es analizar desde una perspectiva de las relaciones internacionales, el realismo periférico, el rezago económico de Argentina con base en la relación del país con respecto a las grandes potencias, especialmente con Estados Unidos. La mayoría de los análisis sobre el rezago e involución económica se enfocan en los aspectos domésticos, económicos y políticos (industrialización vía sustitución de importaciones versus modelo agroexportador, economía abierta versus economía cerrada, peronismo versus antiperonismo), mientras que dejan afuera el aspecto internacional.

Un análisis sobre la problemática argentina agrupándola en dos grandes categorías se encuentra en Miguez (2005). La relación de Argentina con las grandes potencias y el diseño de la política exterior es un aspecto poco frecuente en el debate económico (Escudé, 2008).

El trabajo ofrecerá algunas explicaciones asociadas con la política de relaciones internacionales llevada a cabo por Argentina, en especial su vínculo con Estados Unidos y el Reino Unido y el interrogante que plantea China en el futuro. Este trabajo sigue el análisis desarrollado en Argentina por Guido Di Tella (1931-2001) y Carlos Escudé (1949-2021), en especial de este último en sus libros sobre realismo periférico (1992 y 2008).

Se parte de la premisa de que la postura profundamente antinorteamericana que llevó a cabo la Argentina durante todo el siglo XX le ha provocado enormes costos en términos de bienestar, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial (Tulchin, 1990). La adopción de una postura menos agresiva y confrontativa (como la que sostiene Escudé para los países periféricos) hubiera sido más pragmática, quizás un segundo mejor (second best), en términos de minimizar los daños (Lorenzini, 2023).

El trabajo se organiza de la siguiente manera. La segunda sección describe el enfoque tradicional sobre el rezago argentino: la cuestión económica. La tercera sección analiza la involución relativa de Argentina en términos de ingreso por habitante con relación a Estados Unidos, el Reino Unido y China entre 1880 y 2010. La cuarta sección presenta la teoría de relaciones internacionales, denominada realismo periférico, y el rol de la política exterior llevada a cabo por Argentina, con énfasis en las relaciones con Estados Unidos y el Reino Unido en el siglo XX. La quinta sección ofrece la interpretación sobre el rezago argentino desde un punto de vista de second best y plantea el interrogante sobre el vínculo futuro con China. La sexta sección ofrece las conclusiones.

El enfoque convencional: el problema es económico

Prácticamente todos los analistas, economistas y politólogos, señalan que la raíz de todos los males de Argentina se debe al inadecuado modelo económico que ha implementado. Es decir, la problemática es doméstica. Por un lado, los peronistas sostienen que el modelo de industrialización vía sustitución de importaciones nunca se pudo terminar de completar y que, mientras duró, tuvo buenos resultados en materia de crecimiento, especialmente en cuestiones distributivas. De esta manera, los mejores años del país fueron durante el primer peronismo y kirchnerismo (1946-1955 y 2003-2007).

Para esta vertiente,1 los problemas comenzaron con el golpe de 1955 y se consolidaron con el golpe de 1976: el modelo de especulación financiera («bicicleta financiera») instaurado por la dictadura militar. Es el comienzo de la decadencia argentina que duró veinticinco años hasta 2003. Fundamentan su postura en el magro crecimiento del periodo, el fuerte aumento de la deuda externa y el empeoramiento de los indicadores sociales, especialmente la tasa de desempleo y la pobreza.

Por otro lado, la otra vertiente2 sostiene que los problemas comenzaron con la llegada del gobierno de Perón en 1946 y la instauración de un modelo económico incapaz de competir internacionalmente, con fuertes necesidades de divisas que el mismo no generaba y con un aparato gubernamental que se expandía debido a las nacionalizaciones. Cuestionan el culto al líder, los casos de corrupción y el asalto de las instituciones, como fue la reforma constitucional de 1949. Según este enfoque, con Perón comenzó la decadencia argentina que continúa en el presente por sus seguidores y por las sucesivas transformaciones del movimiento creado por él.

La base de esta dicotomía son los modelos económicos en pugna (Di Tella y Zymelman, 1967; Edwards, 2009): la industrialización vía sustitución de importaciones, y el modelo de apertura basado en los recursos naturales y la especulación financiera. El peronismo se adhiere al primer caso, mientras que el antiperonismo al segundo. Estos debates y controversias han guiado el diseño de la política económica y las discusiones en el Congreso, por lo menos desde la posguerra.

Analizando los fundamentos de cada posición —pero ,especialmente, los resultados en el largo plazo—, y omitiendo las coyunturas favorables (peronismo 1946-1949, menenismo 1991-1995, kirchnerismo 2003-2007), se aprecia que ningún modelo aplicado en Argentina logró resolver los problemas de crecimiento, equidad e inserción internacional de forma amplia. Todos resolvieron algún problema, pero agudizaron otros. La clásica metáfora de la «sábana corta».

El gobierno de Menem (1989-1999) resolvió la inflación a costa de generar un «hiper desempleo», mientras que el kirchnerismo (2003-2015) generó los puestos de trabajo que destruyó al menemismo a costa de tener tasas de inflación de diez veces la media mundial. El primer peronismo (1946-1955) desarrolló un modelo industrial con derechos sociales que, paradójicamente, ampliaba la brecha con las economías desarrolladas, tanto en materia tecnológica como de ingreso per cápita. El gobierno de facto de Onganía (1966-1970) lograba tasas elevadas de crecimiento, pero con destrucción de la universidad pública: en la denominada «la noche de los bastones largos» de 1966, renunciaron miles de docentes universitarios y comenzó una fuga masiva de cerebros hacia el exterior (Diaz de Guijarro y Rotunno, 2003).

El gobierno de Menem privilegió la baja inflación a costa del equilibrio interno (hiper desempleo) y, finalmente, terminó el mandato con graves problemas del sector externo que le estallaron al gobierno de De la Rúa (1999-2001). Algo similar le sucedió al kirchnerismo, que terminó su primera etapa (2003-2015) con un cepo cambiario, déficit de cuenta corriente, una tasa de desempleo sospechosa y sin datos de pobreza debido a la intervención del INDEC.

La supremacía de la postura económica sobre la internacional se refleja en la mayor importancia del ministro de Economía sobre el canciller o ministro de Relaciones Internacionales. En cambio, en países desarrollados, el canciller es el eje del Gobierno —como sucede en Alemania— o el ministro más relevante —como es el caso del secretario de Estado en Estados Unidos, que es el equivalente a nuestro ministro de Relaciones Exteriores—.

Esta confusión, según la visión de este artículo, ha maximizado la relevancia del ministro de Economía y minimizado la del ministro de Relaciones Internacionales. Además, está en sintonía con el modelo de desarrollo «hacia adentro», que ha prevalecido en Argentina desde la posguerra, en lugar de un modelo orientado «hacia afuera», donde la figura del canciller sería esencial.

Ingresos en el largo plazo: Argentina y las tres grandes potencias

Argentina registró a comienzos del siglo XX, bajo la vigencia del modelo agroexportador (una economía abierta y orientada al mercado mundial), el mayor PIB per cápita de su historia con relación a Estados Unidos y el Reino Unido (véase Tabla 1). Comparando el desempeño económico en el largo plazo, donde los ciclos se eliminan y queda la tendencia, se aprecia un hecho estilizado: la disminución constante en el nivel de vida de los argentinos, deterioro que no cesó en las últimas décadas.

Analizando el PIB relativo con Estados Unidos (Tabla 1), se aprecia que la mayor perdida relativa se dio entre 1920 y 1930 y 1980-1990 con pérdidas del 13 % y 14 %. En cambio, las mayores ganancias (reducción de brecha) se dieron entre fines del siglo XIX (entre 1880 y 1890) y principios del siglo XX (entre 1900 y 1910). El valor más alto se dio en 1896, donde el PIB per cápita de Argentina alcanzó el 80 % del estadounidense, mientras que el más bajo se alcanzó en 2002 con un 20 %, cuando se transitaba la crisis económica y política más importante de su historia. Analizando el comportamiento con el Reino Unido, se registraron las mayores ganancias entre 1880 y 1890, y 1900 y 1910 (20 % y 18 % respectivamente). En cambio, las peores pérdidas se dieron entre 1930 y 1940, y 1980 y 1990 (11 % y 20 % respectivamente). El valor más alto se alcanzó en 1908 cuando fue de 69 %, mientras que el valor más bajo se dio en 2002 con un 26 %.

Con respecto a China, se aprecia cómo el país asiático ha reducido enormemente las brechas, especialmente desde 2000 en adelante. La reforma económica de 1978 dio resultados en el mediano plazo y China se encamina a ser una superpotencia en el siglo XXI. Si bien las relaciones entre China y Argentina fueron escasas en el siglo XX, mirando a los próximos cien años, la relación se vuelve estratégica para Argentina (Shenkar, 2008).

Tabla 1

PIB per cápita en dólares a PPP (precios de 2013) y peso relativo

Año

Argentina

Reino Unido

EE. UU.

China

Arg/ EE. UU.

Arg/ R. U

Arg/Chi

1880

1.949

5.718

5.209

490

37 %

34 %

398 %

1890

3.239

6.537

5.672

499

57 %

50 %

649 %

1900

3.691

7.386

6.692

504

55 %

50 %

732 %

1910

5.169

7.582

8.121

510

64 %

68 %

1013 %

1920

4.594

7.478

9.083

520

51 %

61 %

883 %

1930

5.446

8.947

10.164

525

54 %

61 %

1037 %

1940

5.580

11.274

11.468

520

49 %

49 %

1073 %

1950

6.679

11.411

15.642

414

43 %

59 %

1613 %

1960

7.446

14.216

18.533

612

40 %

52 %

1217 %

1970

9.780

17.706

24.588

719

40 %

55 %

1360 %

1980

11.099

21.264

30.392

981

37 %

52 %

1131 %

1990

8.737

27.017

37.956

1.729

23 %

32 %

505 %

2000

11.433

35.432

47.166

3.162

24 %

32 %

362 %

2010

13.866

39.545

50.605

8.910

27 %

35 %

156 %

Fuente: Elaboración propia con base en Orlando Ferreres (2020).

Cuatro resultados emergen como relevantes de los datos presentados. Primero, las mayores ganancias con EE. UU. y Reino Unido se dieron durante la vigencia del modelo agroexportador previo al primer centenario del país. Segundo, la década de mayor destrucción fue de la 1980. Tercero, el valor más bajo con ambos países sucedió en 2002 debido a la enorme caída del ingreso que experimentó Argentina producto de la salida de la convertibilidad. En el último periodo, la relación con EE. UU. y el Reino Unido fue de aproximadamente un 30 %. Cuarto, China ha reducido las brechas de manera significativa en las últimas dos décadas a pesar de que tiene una población treinta y dos veces más grande.

Las relaciones con las potencias y el realismo periférico

Una explicación a los problemas del retroceso argentino la dieron dos analistas contemporáneos argentinos, uno economista y otro politólogo, que coincidieron en la Cancillería argentina durante los noventa (uno como ministro y el otro como asesor), aunque sus análisis se llevaron a cabo en distintos tiempos con independencia uno del otro. El análisis se sitúa dentro de la teoría latinoamericana de relaciones internacionales conocida como realismo periférico (Lorenzini , 2023).

Guido Di Tella (1931-2001) fue el canciller con mayor tiempo en el Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina (1991-1999), y en un conocido libro (compartido con reconocidos economistas como Douglas North y Paul Samuelson) expresó que el principio del problema del rezago argentino se dio en la primera década del siglo XX por el agotamiento del modelo extensivo de apropiación de tierras y la resistencia de la dirigencia argentina a sostener un vínculo con una potencia venida a menos, como era Inglaterra después de la Primera Guerra Mundial (Di Tella, 1986). Carlos Escudé (1949-2021) fue un politólogo argentino conocido por su teoría sobre relaciones internacionales denominada realismo periférico. Fue investigador en el Instituto Di Tella, donde entabló una estrecha relación con Guido Di Tella (Escudé, 1992; 2008).

En términos generales, el realismo periférico es una teoría latinoamericana de las relaciones internacionales que sostiene que las grandes potencias establecen las reglas del juego y que los países periféricos (como Argentina) tendrían altos costos cuando se confrontan con ellas (por ejemplo, con Estados Unidos). El interés nacional debería prevaler en los países periféricos, y la autonomía no se entiende como libertad de acción sino con respecto a los costos de usar esas libertades (Escudé, 2008).

Escudé (2009) sostiene que para los países periféricos los costos de la confrontación son altísimos y se pierde casi siempre. Es decir, los costos de hacer fracasar la política norteamericana son elevados para el país débil, mientras que los costos para Estados Unidos (el país hegemónico) de ver fracasar sus políticas es casi nulo. Esto implica, quizás, adoptar una posición de segundo mejor (second best3) en términos de autonomía y bienestar.

Una posición opuesta a la propuesta por Escudé se encuentra en la obra de Rapoport. Véase, por ejemplo, el artículo de Rapoport y Morgenfeld (2015), quienes sostienen que hay que abandonar la idea de ser un satélite privilegiado de la potencia de turno. De hecho, expresan que los países periféricos (como los de América Latina) deberían fortalecer instancias de coordinación política como UNASUR o CELAC. En una postura similar se ubicaba Puig con su concepto de autonomía heterodoxa (Piñero, 2016; Puig, 1986).

Independientemente de su formación, uno economista (Di Tella) y el otro politólogo (Escudé), ambos señalaban que los comienzos del rezago económico argentino se deben a no haberse vinculado positivamente a Estados Unidos (o por lo menos, no haber evitado confrontaciones altamente costosas para Argentina) cuando este emergía como potencia económica mundial. Especialmente, se deben a haber tenido una postura profundamente antinorteamericana después de la posguerra (Tulchin, 1990).

Di Tella sostenía que el problema comenzó durante la década de 1910, cuando el modelo agroexportador y la frontera agropecuaria llegaron a su fin. A su vez, coincidió con la declinación de Inglaterra como potencia económica mundial y el cambio de mando hacia Estados Unidos. La dirigencia argentina no pudo ver esta transición y prefirió seguir alineada con Inglaterra a pesar de su caída en desgracia (algo que Keynes inmortalizo en su bestseller, Las consecuencias económicas de la paz, de 1919). Los años de progreso, crecimiento y gran inmigración (entre 1880 y 1910) fueron en el apogeo inglés, durante el esplendor del periodo victoriano y bajo la generación del ochenta. Cuando Inglaterra perdió el poder económico y político a manos de Estados Unidos, Argentina, en lugar de cambiar de socio estratégico prefirió seguir en el mismo sendero. Como consecuencia, modelo se agotó pocos años después, al estallar la Gran Depresión.

Escudé sostenía una posición parecida, pero con respecto a otro periodo de tiempo, entre 1939 y 1948. Estados Unidos era, desde mediados de los veinte, el país más influyente del mundo, aunque recién asumió su liderazgo luego de 1945. Argentina desarrolló una fuerte política antinorteamericana, incluso a comienzos del siglo XX, que alcanzó su máximo dramatismo durante la campaña presidencial de 1946 cuando se dio el cruce entre Perón y Braden, embajador de EE. UU. en Argentina. Escudé (2009) lo atribuye a cierto sentimiento —equivocado — de grandeza que la dirigencia conservadora argentina acuñó en la época de oro del modelo agroexportador.

Como sostiene Caputo de Astelarra (1984), el caso de Argentina era paradójico a principios del siglo XX. Geográficamente se ubica en el continente americano, pero tenía fuertes vínculos con Europa, especialmente con Inglaterra. Los cambios de poder económico y político afectaron al modelo económico del país.

Otra de las inconsistencias de la política exterior de Argentina de esos años fue la guerra de Malvinas en 1982 contra nuestro ex principal socio comercial, Inglaterra, hasta 1930. Esto demuestra la persistente contradicción en el diseño e implementación de las relaciones con las grandes potencias. Inglaterra, socio fundamental en los años del modelo agroexportador (1880-1930), a quien el país le imploró un pacto en 1933 (Roca-Runciman), en el momento más angustiante de la Gran Depresión, para luego declararle una guerra cincuenta años después.

Interpretación del rezago argentino como un second best y la relación con China

Argentina ha tenido durante todo el siglo XX una errática política económica, pasando de un alto ingreso per cápita a comienzos de este para terminarlo en la mediana de la distribución mundial. A opinión de Romer (2006), Argentina ha experimentado un desastre en términos de crecimiento económico, y es lo opuesto a lo acontecido con el milagro de Asia oriental. Argentina es posiblemente uno de los casos más exitosos de involución económica de la historia moderna según las bases de datos existentes como la Penn World Table y los trabajos clásicos de Angus Maddison (2006; Di Tella, Glaeser y Llach, 2013).

Gran parte de su fracaso se basa en la inconsistencia de su política de relaciones internacionales, de malas alianzas comerciales y políticas, y de la incapacidad para entender la geopolítica del poder. Con respecto a sus relaciones con las grandes potencias, su posición antinorteamericana durante todo el siglo XX (excepto bajo la presidencia de Menem por la gestión de Guido Di Tella), cuyo mayor dramatismo aconteció durante el primer peronismo (1946-1955), le propinó al país un elevadísimo costo en términos de renta en el largo plazo.

Si la postura argentina de haber continuado los vínculos con Inglaterra después de la Primera Guerra Mundial fue un error grave, la posición argentina en la posguerra (profundo sentimiento antinorteamericano) fue letal cuando Estados Unidos asumió su rol de potencia hegemónica después de Bretton Woods. El sentimiento antiyanqui comenzó a principios del siglo XX con la generación del ochenta y se profundizó a medianos de los cuarenta, algo que sostiene Escudé y también coincide Tulchin (1990). Luego de la Segunda Guerra Mundial, Alemania y Japón, los países derrotados, adoptaron una postura de no conflicto con Estados Unidos e implementaron una política de realismo periférico para prosperar (Escudé, 2008).

En palabras del realismo periférico, las confrontaciones tienen altos costos para los países débiles o periféricos, mientras que tiene nulas consecuencias, para el país hegemónico, el fracaso de sus políticas. En términos de autonomía y bienestar, quizás sea un second best, pero es necesario minimizar, más que maximizar, el aspecto internacional en términos del ingreso en el largo plazo.

A diferencia del pensamiento liberal tradicional que sostiene que el modelo económico del peronismo fue la semilla del mal, o del enfoque peronista que sostiene que los problemas comenzaron en 1976 con la dictadura militar, el trabajo sostiene que el principal error fue haber equivocado la política de relaciones internacionales durante todo el siglo XX con las grandes potencias. Especialmente en la posguerra, cuando la dirigencia argentina adopto una posición con Estados Unidos como el enemigo público número uno sin considerar que era la potencia económica y tecnológica dominante.

Este sesgo en materia de política exterior, Escudé se lo atribuye a cierto sentimiento de grandeza —equivocada— que la dirigencia argentina comenzó a sentir a principios del siglo XX durante la vigencia del modelo agroexportador y que, bajo el gobierno peronista, tuvo su máxima expresión. Esto llevó a cometer errores en otros ámbitos como el económico, como haber basado la estrategia de crecimiento en un modelo de desarrollo, el de industrialización vía sustitución de importaciones, que se orientaba «hacia adentro» (tenía como condición necesaria una economía cerrada). Tres décadas después, en los setenta, se demostró que el éxito asiático se basó en una economía orientada «hacia afuera» liderada por las exportaciones de bienes de alto valor agregado, opuesto al llevado a cabo por América Latina.

Durante la posguerra, Argentina cerró la economía cuando el mundo hizo lo opuesto: se abrió para beneficiarse de las ganancias del intercambio y de un mundo con necesidad de productos y servicios luego de tres décadas donde sucedieron dos guerras mundiales y una depresión económica nunca vista. En este sentido, la postura antiyanqui fue esencial para el cierre de mercados y el pago de represalias económicas en los mercados mundiales, a partir de 1950, que hicieron inviable la introducción de productos argentinos en mercados de alto crecimiento, como los europeos y asiáticos, como señaló Carlos García Tudero, secretario de Hacienda del gobierno de Illia (1963-1966).

Las enseñanzas del modelo asiático no han hecho raíces en el pensamiento económico argentino y menos en los hacedores de políticas públicas. Salvo contadas excepciones, como Conesa (1996; 2012), sus enseñanzas han sido subestimadas en nuestro país. Si el primer peronismo cometió un error de diagnóstico y de modelo, el kirchnerismo volvió a cometer el mismo error, pero mejorado, a partir de 2003. Incluso China, luego de su reforma de 1978, logro crecer, industrializarse y desarrollar tecnología mediante un vínculo positivo con Estados Unidos y con una economía orientada hacia afuera.

Mirando hacia el futuro, así como el siglo XIX fue de Inglaterra y el siglo XX fue de Estados Unidos, el siglo XXI será de China (Shenkar, 2008). En la época del modelo agroexportador, Argentina se vinculó con la potencia dominante de la época, Inglaterra, y aplicó las bases de la teoría económica: aprovechó su dotación factorial abundante en tierra y buen clima y se hizo de capital y población desde Europa. Los resultados se vieron en el corto plazo: una fuerte suba del ingreso per cápita, el exponencial crecimiento de la población y un boom educativo que culminó en la obtención de dos Premios Nobel en Ciencias, generados íntegramente en el país. Si Bernardo Houssay (1887-1971) puso a la Argentina en el mapa de la ciencia, Luis Federico Leloir (1906-1987) fue la cumbre de la ciencia argentina4 (Paladini, 2010).

La dirigencia argentina debería aprender de los errores del pasado y alinearse de forma inteligente desde lo político con China para aprovechar su poder económico y lograr complementariedades que le sean útiles al corto, mediano y largo plazo (como sucedió en el pasado con Inglaterra) como sostenía Escudé (2012). De hecho, expresa que Deng Xiaoping, el gran reformador y artífice de la China moderna, aplicó una postura de realismo periférico cuando China comenzó sus reformas a fines de los setenta y comienzos de los 80.

Conclusiones

A comienzos del siglo XX, Argentina era uno de los países con mayor ingreso per cápita del mundo, superando a países hoy desarrollados y ligeramente por debajo de Estados Unidos e Inglaterra. Al momento de celebrarse el segundo centenario de la Revolución de Mayo, en 2010, el panorama era totalmente opuesto al espíritu de grandeza que imperaba en la sociedad en general y en la dirigencia en particular, en 1910.

Los análisis tradicionales sobre el rezago argentino se han centrado básicamente en aspectos económicos relacionados con distintos modelos económicos en pugna; en palabras de Ferrucci (1989), el «dirigista» y el «liberal». Ambos, partiendo de premisas distintas y con ideologías opuestas, llegaron a resultados similares en materia de nivel de vida, inserción internacional y distribución del ingreso. Este artículo ofreció una interpretación alternativa a la mirada tradicional —sea peronista o antiperonista — basada en la teoría de las relaciones internacionales —conocida como realismo periférico —, cuyos aportes locales más relevantes fueron los desarrollados por Guido Di Tella y Carlos Escudé durante los años noventa.

El rezago argentino puede explicarse desde las relaciones internacionales por alianzas con socios caídos en desgracia —como lo fueron Inglaterra a principios del siglo XX y Alemania durante los años cuarenta —, y por haber tenido una postura profundamente antinorteamericana durante todo el siglo XX cuando Estados Unidos se transformó, luego de la Segunda Guerra Mundial, en la potencia económica, política, militar y tecnológica más importante del mundo. Los costos de las confrontaciones, como sostiene el realismo periférico, son elevados para los países periféricos mientras que el rechazo para el país hegemónico es nulo. En términos de autonomía y bienestar, quizás sea un second best, pero quizás sea lo mejor, dadas las circunstancias, para el país periférico.

Derivado de este error de política exterior aparece el modelo de sustitución de importaciones que tiene alta estima en la academia argentina y que se sigue implementando, a pesar de los setenta años transcurridos desde la posguerra y las limitaciones que tiene asociados al sector externo (altas elasticidades ingresos de importaciones y bajas elasticidades ingresos de exportaciones). Las enseñanzas del modelo asiático no han hecho raíces en el pensamiento económico argentino y menos en los hacedores de políticas públicas. Salvo contadas excepciones, sus enseñanzas han sido omitidas o subestimadas en nuestro país desde los dos grupos: el peronista y el antiperonista.

Dejando al pasado de lado y mirando hacia el futuro, Argentina debería establecer un vínculo estratégico y complementario con China, el país que viene a reemplazar a Estados Unidos como líder económico, demográfico, militar y tecnológico. Así como la generación del ochenta se asoció con Inglaterra y se logró salir del periodo de guerras civiles y atraso económico, pero luego equivocó el rumbo con respecto a Estados Unidos, la dirigencia argentina debería aprender de las lecciones del pasado (como hizo China luego de la muerte de Mao y bajo el liderazgo de Xiaoping) y lograr con la nueva potencia emergente, China, una relación que reposicione a Argentina como una nueva economía emergente de alto crecimiento.

Referencias

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1 Véase, por ejemplo, a Basualdo (2005), Curia (2011), Schorr (2011), Rapoport (2019) y Rougier (2021).

2 Véase, por ejemplo, a Diaz (1970), Martínez de Hoz (1991), Cortes Conde (1997); Alsogaray (1993).

3 El concepto de second best tiene su origen en la teoría económica, donde, ante la imposibilidad de alcanzar una posición de óptimo de Pareto (first best), es más conveniente lograr un segundo mejor (second best). Véase el clásico artículo de Lipsey y Lancaster (1956), que es posiblemente uno de los papers más importantes del siglo XX para la ciencia económica.

4 Luis Federico Leloir es la única persona de habla hispana en haber ganado un Premio Nobel científico sin compartir. Ese evento, no se ha repetido hasta el momento.