Presentación

La cuestión de la identidad

¿Quién soy? Esta pregunta ha estado presente desde los inicios de la filosofía porque hace referencia a una característica diferenciadora de los seres humanos con respecto a otras criaturas: la libertad. Solo quien puede aceptar o negar su ser es capaz de formular semejante pregunta.

Por eso la identidad es un tema de máxima importancia para cualquier persona. ¿Qué nos hace ser lo que somos? Desde la antigüedad, los filósofos han distinguido a los seres animados de los inanimados y, dentro de los animados, distinguieron a su vez los tipos de vida vegetal, animal y racional. Solo encontramos el problema de la identidad en este último tipo de vida, pues solo los seres racionales son capaces de conocer (y, por tanto, de ignorar) y de querer (o no querer).

La identidad tiene una relación estrecha con el conocimiento y la voluntad. ¿Quién soy? Requiere que el ser humano se conozca a sí mismo y se quiera. Pero ese autoconocimiento y amor propio tiene unos serios retos en la actualidad pues cada vez se hacen más borrosas las diferencias entre el ser humano y los animales o las máquinas. Las tendencias del transhumanismo, genetismo o materialismo biológico hacen dudar sobre lo que es más propio de la humanidad.

Por eso en esta edición nos proponemos profundizar en qué es la identidad, los retos a los que se enfrenta el ser humano en la propia identificación, así como las maneras en las que puede reafirmar su ser.

Además, el ser humano es un ser personal, es decir, un animal político o social. La dimensión relacional es fundamental para la constitución del propio ser. Así, frente a una tendencia individualista en la que el ser humano debe construir, reafirmar y sostener su identidad, nos hemos propuesto arrojar luz sobre el papel de las relaciones, la formación y el crecimiento del propio ser.

Esto es especialmente relevante para los cristianos, pues su ser está definido por una relación: la filiación divina. Somos hijos de Dios. El cristiano afirma una condición de ser universal, compartida por todos, una identidad común. Esto nos convierte a todos en hermanos y, por tanto, iguales. Así, la pregunta ¿quién soy?, no es tan distinta de ¿quiénes somos?

La relación de la identidad y la comunidad se vuelve un asunto de especial interés. ¿Cómo se comunica la identidad? ¿Qué implica ser miembro de una comunidad?

Los autores de los artículos han procurado responder desde distintos puntos de vista algunas de las cuestiones de importancia relativas a la identidad.

El artículo de Rafael Alvira y Rafael Hurtado y el de Antonio Porras muestran cómo la identidad se construye con base en las relaciones con otros. La identidad no es un asunto estático sino dinámico: hay que llegar a ser quien se es. Destacan la importancia del hogar, de la intimidad, de la confianza y de la fe en el crecimiento personal y social.

Guillermina Herrera Peña se centra en la importancia de la función del lenguaje en la creación, retención o modificación de la identidad, ya sea personal o colectiva. Las palabras y sus significados configuran la visión del mundo, categorizan a las personas y establecen modos de relaciones. Herrera Peña analiza la situación de Guatemala a través de una obra literaria; refuerza la importancia que tiene el lenguaje no solo para reflejar una identidad, sino para crearla o transformarla.

Rachel M. McClearly y Robert J. Barro buscan explicar los motivos por los cuales la Iglesia católica ha procurado ofrecer más modelos de vida a través de beatificaciones y canonizaciones de sus miembros. Sostienen la tesis que es la forma de hacer más atractiva la identidad católica ante la creciente competencia de otras identidades cristianas.

Miguel Martí ofrece una reflexión sobre cómo la posibilidad de la transmisión de la verdad, en general, y de la fe, en particular, se apoya en la racionalidad, sociabilidad y moralidad humana. Su punto de apoyo es la Carta de Santiago y el papel que juega la lengua, las palabras y sus significados a la hora de constituir el «mundo» de quien habla y desde el que habla.

José Carlos Martín de la Hoz destaca que los primeros cristianos no estaban dispuestos a renunciar a ser cristianos. Estos valoran más su identidad como seguidores de Cristo que su propia vida y, por eso, muchos murieron mártires. Destaca un punto de gran valor para la actualidad, la distinción entre unidad y uniformidad, así como la importancia de la fe y acción del Espíritu Santo.

Mario Alberto Salvatierra apunta la crisis de identidad y crisis de relevancia del ser cristiano en la actualidad. En un mundo en el que se ofertan tantas «identidades» en el mercado, los cristianos pueden caer en la tentación de no centrarse en lo importante: el encuentro personal con Dios.

Juan Fernando Sellés hace un análisis de la visión de Dios que tiene el filósofo Wittgenstein. Esta visión supone una gran relevancia para el hombre, pues si somos hechos a imagen y semejanza de Dios, la comprensión de Dios influye en la autocomprensión. Sellés critica la idea que Wittgenstein tiene de Dios, pues sostiene que deja de lado cuestiones esenciales de la identidad de Dios y del ser humano.

Por último, la revista también contiene un artículo escrito por mí. Desde la universidad, el tema de la identidad ha captado mi atención, en especial la visión que tiene sociólogo Zygmunt Bauman al respecto. De aquí que exponga desde su perspectiva la noción de extraño y su vínculo con la identidad en lo que él ha llamado la «modernidad líquida».

Espero que esta edición de la revista resulte en un diálogo fructífero sobre el tema de la identidad y arroje luz sobra este asunto de tanta relevancia en la actualidad.

Javier Pérez Wever

Editor asociado