Comunidad y Estado moderno en Bertrand de Jouvenel
y Wolfgang Reinhard


Community and Modern State in Bertrand de Jouvenel and Wolfgang Reinhard

Gabriele Ciampini

Universidad de Florencia

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Resumen: Este trabajo se centrará en la génesis del Estado moderno europeo en las teorías liberales contemporáneas, para analizar la relación entre la libertad individual y el poder del Estado. El objetivo es examinar el pensamiento de dos autores liberales que han tratado este tema: Bertrand de Jouvenel y Wolfgang Reinhard. En Du Pouvoir (1945), Jouvenel recorre la historia de la política europea intentando demostrar cómo el poder del Estado ha crecido en el tiempo, socavando la libertad individual. Reinhard sostiene en su obra Geschichte der Staatsgewalt (1999, Historia del poder estatal) una tesis muy similar a la de Jouvenel. Compara el Estado del bienestar y el Estado totalitario: la intensa actividad estatal impregna cualquier aspecto de la vida humana, no solo en el totalitarismo, sino también en los sistemas democráticos. Esta situación se presenta como el resultado directo de la formación de las democracias modernas y de la identificación del ciudadano con el Estado como nación.

Palabras clave: estado, Jouvenel, Reinhard, democracia, burocracia.

Abstract: This paper will focus on the genesis of the modern European State in contemporary liberal theories, to analyze the relationship between individual freedom and State power. The aim is to examine the thinking of two liberal authors who have dealt with this topic: Bertrand de Jouvenel and Wolfgang Reinhard. In Du Pouvoir (1945), Jouvenel traces the history of European politics in an attempt to show how the power of the State has grown over time, undermining individual freedom. Reinhard holds in his work Geschichte der Staatsgewalt (1999, History of State Power, own translation) a thesis very similar to that of Jouvenel. He compares the welfare State and the totalitarian State: intense State activity permeates every aspect of human life, not only in totalitarianism, but also in democratic systems. This situation is presented as the direct result of the formation of modern democracies and the identification of the citizen with the State as a nation.

Keywords: state, Jouvenel, Reinhard, democracy, bureaucracy.

Introducción

Este trabajo se centrará en la génesis del Estado europeo moderno en las teorías liberales contemporáneas, con el fin de analizar la relación entre la libertad individual y el poder del Estado. Con este objetivo, voy a examinar a tres autores liberales principales que trataron este tema: Bertrand de Jouvenel y Wolfgang Reinhard. En Du Pouvoir (1945), Jouvenel recorre la historia de la política europea intentando demostrar cómo el poder del Estado ha crecido en diversas épocas, socavando la libertad individual. Influido por Tocqueville, afirma que, en la Edad Media, el poder del soberano estaba mitigado por la presencia de cuerpos intermedios, representados por la aristocracia y otros gremios diversos. Sostiene también que el Estado europeo moderno se caracterizó por un mayor despotismo, que aún hoy se puede rastrear debido a la eliminación de los cuerpos intermedios y a la creación de una burocracia ineficiente y corrupta. Reinhard sostiene en su obra Geschichte der Staatsgewalt (1999, Historia del poder estatal, traducción mía) una tesis muy similar a la de Jouvenel. Al igual que Jouvenel, afirma que el poder del Estado en la actualidad es mucho mayor que en otras ocasiones. Su objetivo es reflexionar sobre la mayor capacidad de control de los ciudadanos. Compara el Estado del bienestar y el Estado totalitario: la intensa actividad estatal impregna cualquier aspecto de la vida humana, no solo en el totalitarismo, sino también en los sistemas democráticos. Esta situación es el resultado directo de la formación de las democracias modernas y de la identificación del ciudadano con el Estado como nación.

1. Jouvenel

En Sobre el poder, el autor cuestiona profundamente el orden político de las sociedades medievales. Jouvenel considera que son los mejores ejemplos de comunidades políticas caracterizadas por una relación virtuosa entre los ciudadanos, las comunidades locales y el Estado central. La tesis de Jouvenel es que, en la Edad Media, el rey no tenía un poder absoluto; al contrario, no podía tomar decisiones sin el consentimiento de las clases aristocráticas.

Como católico conservador, Jouvenel sostiene que este cambio se debió también a causas culturales, además de las puramente políticas, como la revolución científica: el soberano comenzó a adquirir un poder arbitrario debido también al abandono del orden político feudal, que reflejaba un orden sobrenatural. Jouvenel establece una continuidad entre el advenimiento del absolutismo monárquico y la Revolución francesa. Esta yuxtaposición puede parecer extraña, pero no hay que olvidar que el objetivo de Jouvenel es analizar el Poder a través de las épocas históricas. Quiere demostrar que el poder tiende intrínsecamente a crecer. Lo que importa no es quién tiene las palancas del poder, sino el Poder mismo. A partir del absolutismo, se crearon los fundamentos políticos y filosóficos para justificar la centralización política y administrativa, también en nombre del «bien común».

Fue con la edad moderna cuando cambió la relación entre el poder y los cuerpos intermedios. Fue a partir del final de la Edad Media cuando el soberano comenzó a oponerse a la aristocracia. El absolutismo, es decir, ese régimen político en el que el soberano es, al menos en teoría, el titular del poder absoluto nació en la edad moderna.

Con el absolutismo comenzó a arraigar la idea de que el soberano tenía todas las prerrogativas del Estado. Se inicia así un proceso por el que toda la sociedad comienza a identificarse con el titular último del poder estatal. El soberano se convirtió en una especie de arquetipo con el que los ciudadanos debían identificarse.

A partir de 1789, la Francia revolucionaria emprendió guerras contra varios Estados europeos. Para que Francia entrara en guerra con estos países, era necesario implicar a toda la población en las distintas campañas militares. Así nació el concepto moderno de nación. Se representa no como un conjunto de individuos y cuerpos sociales, sino como una entidad independiente de sus ciudadanos. En otras palabras, se somete a un proceso de personificación. Jouvenel afirma que el concepto de nación nació en la edad moderna porque fue una consecuencia del proceso de aumento del poder del Estado. El concepto de nación nació así con la personificación del poder estatal; posteriormente fue utilizado por los revolucionarios franceses porque garantizaba ese «espíritu de cuerpo» funcional para justificar el nuevo poder tras la proclamación de la república.

Cuando la Asamblea Legislativa lanzó a Francia a una aventura militar en la que la monarquía jamás se habría arriesgado, advirtieron que el Poder no disponía de medios que le permitieran hacer frente a Europa. Tuvieron que apelar a la participación casi total del pueblo en la guerra, algo sin precedentes. Pero ¿en nombre de quién? ¿De un rey ya desacreditado? No. En nombre de la nación. Y puesto que el patriotismo había adoptado durante más de mil años la forma de adhesión a una persona, la natural inclinación de los sentimientos hizo que la nación tomara también el carácter y el aspecto de una persona, cuyos rasgos fijó el arte popular. (Jouvenel, 1945, trad. esp., pp. 99-100)

Jouvenel señala de antemano los mecanismos que determinan el uso arbitrario del concepto de nación para justificar el deseo de normalizar las comunidades particulares en las que los individuos construyen su identidad. En cuanto a los resultados de la ciencia política moderna, podemos considerar los resultados a los que llegó Benedict Anderson, quien intentó demostrar que la nación nació con el absolutismo de la era moderna.

Mi punto de partida es que la nacionalidad o, como se prefiere decir, en vista de los múltiples significados de la palabra, la nacionalidad, así como el nacionalismo, son artefactos culturales de un tipo particular. Para entenderlos correctamente, debemos considerar cuidadosamente cómo han surgido históricamente, de qué manera han cambiado sus significados a lo largo del tiempo y por qué, hoy en día, gozan de una legitimidad emocional tan profunda. Intentaré argumentar que la creación de estos artefactos hacia finales del siglo XVIII fue la destilación espontánea de un complejo «cruce» de fuerzas históricas discretas; pero que, una vez creados, se volvieron «modulares», capaces de ser trasplantados, con distintos grados de autoconciencia, a una gran variedad de terrenos sociales, para fusionarse y ser fusionados con una variedad correspondientemente amplia de constelaciones políticas e ideológicas. También intentaré mostrar por qué estos artefactos culturales concretos han despertado un apego tan profundo. (Anderson, 1983, p. 4)1

2. Reinhard

Al igual que Jouvenel, Reinhard afirma que las comunidades nacionales siempre han estado formadas por una multiplicidad de afiliaciones diferentes que se superponen y que no están relacionadas con el Estado nación moderno tal y como lo entendemos hoy, que es homogéneo desde el punto de vista cultural. Especialmente antes de la Paz de Westfalia, considerada como el acontecimiento que dio origen a los Estados nación modernos, se puede apreciar una serie de unidades territoriales con un estatuto jurídico propio.

Para Reinhard, es importante que los individuos sean capaces de relacionarse con las realidades sociales locales. De este modo, imponer la propia autoridad es más fácil. Los grandes sistemas políticos medievales estaban cohesionados, al ejercer un buen nivel de libertad individual, al mantener una dialéctica entre el centro y la periferia, en la que el primero nunca reclamaba una supremacía total sobre la segunda.

Es por ello que el Estado, o el Poder, nunca puede afirmarse como la expresión política de toda la nación, ya que en esta última se producen complejas y variadas interacciones sociales y políticas. El concepto de nación nació en la Edad Moderna. Supone la unión «sentimental» de una gran comunidad, que ya no se limita al ámbito local. Esto ha hecho que se desarrollen verdaderas «historias» en las que la nación se considera el personaje principal, al margen de las identidades individuales y de la voluntad de sus ciudadanos.

Reinhard no excluye el hecho de que pueda existir algún tipo de «conciencia colectiva» que pueda resumir la totalidad de una comunidad determinada. Pero tal disposición solo puede referirse a comunidades muy pequeñas, con identidades fuertes. No puede relacionarse con la nación, cuyo entorno social, político y económico es demasiado complejo.

La Revolución francesa contribuyó sustancialmente al nacimiento del concepto moderno de nación. A partir de 1789, la Francia revolucionaria emprendió diversas guerras contra varios Estados europeos. Estas guerras eran simplemente inconcebibles durante la Edad Media. Para que Francia luchara contra estos países, era necesario que el pueblo participara en las distintas campañas militares. Así se estableció el concepto moderno de nación. Se trata de concebir un país como una entidad que no está formada por todos los ciudadanos, sino que se convierte en algo más, casi un dios al que adorar. Este concepto se utiliza para crear un espíritu de cuerpo entre los distintos miembros de una comunidad despejando la individualidad de los individuos.

El sufragio universal tardó en llegar, porque primero fue necesario eliminar las limitaciones no solo políticas y jurídicas, sino también culturales. En primer lugar, había un impedimento económico: la ley de muchos países europeos prohibía ejercer el derecho de voto a quienes tuvieran una renta inferior a un determinado umbral. En la constitución francesa de 1791, había una distinción basada en un umbral de capacidad de pago. En Francia, la discriminación en función de la riqueza estuvo vigente hasta 1848, ya que Napoleón III necesitaba el apoyo de las masas para instaurar la democracia cesarista que todavía se llama «bonapartismo».

Reinhard explica que la clase importaba, porque la entonces incipiente democracia no podía deshacerse de repente del legado de la política y la sociedad premodernas. las cláusulas políticas y legales que impedían la plena participación política estaban arraigadas en una cultura medieval que no podía tolerar el principio de plena igualdad para todos los individuos.

Si los seres humanos no son iguales por naturaleza, sería absurdo darles los mismos derechos políticos; un trabajador no puede aspirar al mismo peso político que su patrón, que da de comer a miles de familias, etc. La tradición medieval y de principios de la modernidad había vinculado los derechos políticos a la tierra, por lo que ahora debían predominar la propiedad y la educación. (Reinhard, 1999, p. 521)

La situación empezó a cambiar a medida que se ampliaba la base electoral y se eliminaban las restricciones al derecho de voto basadas en los ingresos o el nivel de educación. Además, la institución del referéndum permitía a la población votar siempre que hubiera oportunidad, sobre unos pocos temas específicos. Reinhard afirma que se pueden tener dos ideas sobre este tema: por un lado, se puede decir que acercó a los ciudadanos a la política y, por otro, que permitió simplificar en exceso las cuestiones políticas, dando espacio a figuras políticas que proponen soluciones demagógicas. El tema del plebiscito como elemento esencial de la política contemporánea ha sido analizado muy bien por Max Weber. Afirma que consiste en una

relación carismática entre el líder y sus seguidores, en la solidaridad y hermandad que se crea entre los miembros del grupo. (…) Es una forma social muy inestable, ligada a la naturaleza exquisitamente personal del vínculo que une al líder religioso con los seguidores y a los seguidores entre sí. Para sobrevivir al pueblo que le dio origen, un movimiento religioso debe afrontar una serie de problemas: la sucesión del líder, la difusión de la fe, la definición de normas de organización ajenas a las personas de los primeros seguidores, la transmisión del credo a las nuevas generaciones. (Bagnasco-Cavalli, 1997, p. 242)

El poder plebiscitario no solo se basa en una relación emocional entre los seguidores y el líder, sino también en una relación legal. El líder, de hecho, una vez que ha adquirido la confianza de las masas, busca la confirmación popular por medios al menos aparentemente legales. Hay que decir que el plebiscito es fundamentalmente diferente de una elección efectivamente democrática: apela al pueblo, que no tiene otra alternativa que aceptar o rechazar la decisión planteada por el líder.

Reinhard también establece un paralelismo entre el nacimiento del concepto de nación, el advenimiento de la democracia y el auge de las prerrogativas estatales.

Confirma la interpretación de Jouvenel según la cual el plebiscito es funcional al fortalecimiento del poder ejecutivo, que se apoya en gran medida en la retórica de la unidad nacional. En otras palabras, la unidad nacional y el plebiscito a lo largo de la historia sirven para justificar un mayor poder del Estado, mientras que se eluden los procedimientos democráticos normales, que se basan en elecciones justas, la separación y el equilibrio de poderes.

El plebiscito no solo se basa en una relación emocional entre los seguidores y el líder, sino que también es legal. El jefe, una vez que ha adquirido la confianza de las masas, busca la confirmación popular por medios aparentemente legales.

Hay que decir que el plebiscito es sustancialmente diferente de las elecciones democráticas reales: apela al pueblo, que, sin embargo, no tiene alternativa, ya que está obligado a aceptar o rechazar la decisión propuesta por el jefe.

En cuanto a la relación entre la retórica nacional y el plebiscito, conviene decir que estos dos conceptos conducen a un tercer concepto, el de populismo. No se trata de una ideología, sino que constituye un enfoque particular de la política para el que la principal fuente de inspiración y el término de referencia constante es el pueblo considerado como un agregado social homogéneo y como depositario exclusivo de valores positivos, específicos y permanentes.

Pretende prescindir de los órganos intermedios de la democracia parlamentaria para que el dirigente se dirija directamente al pueblo, considerado como un «todo» homogéneo y no como un conjunto de personas diferentes, con expectativas distintas, tal vez organizadas en asociaciones, cada una de las cuales forma parte de la sociedad civil.

Según Reinhard, se puede trazar una relación causa-efecto entre el nacimiento del concepto de nación y el de pueblo. Arroja luz sobre los mecanismos que determinan el uso arbitrario del concepto de nación para justificar la intención de conformar las comunidades particulares donde los individuos construyen su identidad.

3. Conclusiones

Solo podemos entender el significado de la memoria y la identidad si partimos del concepto de libertad de este autor. Para entender su concepto, podemos remitirnos a la distinción que hace Giovanni Sartori (1987), entre libertad en sentido negativo y libertad en sentido positivo. Según el politólogo italiano, la primera es la libertad de algo, mientras que la segunda es la libertad de hacer algo. Con ello, Sartori pretende afirmar que, para poder actuar para hacer la propia voluntad (libertad de hacer) es necesario estar libre de coacción (libertad de). Como liberal, a Sartori le preocupan sobre todo los peligros que pueden surgir del excesivo poder del Estado.

Podemos decir que Jouvenel y Reinhard se mueven en la misma línea. La libertad consiste, en primer lugar, en liberarse del yugo del Estado. Pero, como veremos, no se corresponde con el simple individualismo. Están influenciados por el pensamiento político cristiano, ofreciendo una visión de la libertad como el equilibrio entre la independencia del Estado y la firme pertenencia a la propia comunidad familiar.

A partir de esta premisa, estos tres autores formulan una visión de la libertad íntimamente ligada a la clase aristocrática. Esta libertad, concebida como independencia del Estado, se debe a la presencia de familias y grupos de individuos de la misma clase social capaces de poner freno a las exigencias del Estado.

Por eso, la libertad está íntimamente ligada a la memoria: según los tres autores, el Estado solo puede ser contrarrestado por un grupo de familias aristocráticas. Ellas, recordando su origen, son capaces de frenar un poder impersonal. La legitimidad política de la aristocracia se basa en la memoria, o en el papel que históricamente han desempeñado algunas de estas clases aristocráticas.

La costumbre es uno de los conceptos clave para entender la dinámica del poder y la obediencia. Todo el mundo nace en un contexto social determinado en el que el valor del respeto a la autoridad se transmite espontáneamente, empezando por la familia. Al menos al principio, nadie obedece por consentimiento deliberado, sino por costumbre. Las sociedades que han evolucionado han transmitido a menudo las instituciones y los valores de los que fueron promotores a lo largo de los siglos.

Además, es la memoria la que cohesiona la familia y, en segundo lugar, la sociedad: cada miembro de la sociedad adquiere una individualidad y una identidad solo en el contexto de una comunidad.

Para llegar a estas conclusiones, los autores trasladan una fuerte crítica al racionalismo aplicado a la política.

Desde el punto de vista metodológico, afirman que una sociedad no puede ser gobernada simplemente aplicando una política determinada, sino que es necesario permitir una evolución espontánea de la sociedad. El pensamiento de Jouvenel y Reinhard puede compararse con la crítica al constructivismo de muchos autores liberales.

La crítica al racionalismo de estos dos autores es similar a las consideraciones sobre el constructivismo avanzadas por Hayek (1982). Insiste mucho en la influencia que las ideas, tal vez nacidas en el mundo académico, pueden tener en la sociedad civil y, en definitiva, en la vida cotidiana. Existe la creencia generalizada de que ciertas teorías y visiones nacidas en ámbitos considerados esencialmente autorreferenciales, no calan en la sociedad. En realidad, sí lo hacen, y lo más importante es tener en cuenta que el «hombre de la calle» no está consciente de ello. Simplemente acepta estas ideas de forma pasiva una vez que los medios de comunicación las ponen a su disposición.

La crítica de Hayek se dirige específicamente a todos aquellos intelectuales que siempre han pretendido comprender con una simple teoría todo un modo de producción. Desde este punto de vista es posible creer que un grupo de burócratas, siguiendo la teoría correcta, puede cambiar la sociedad para mejor, sin tener en cuenta la indeterminada variedad de voluntades e identidades individuales.

Referencias

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Hayek, F. A. (1960). The Constitution of Liberty [Los fundamentos de la libertad]. Chicago University Press.

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Jouvenel, B. De (1955). De la souveraineté [La soberanía]. Génin.

Jouvenel, B. De (1963). The Pure Theory of Politics [La teoría pura de la política]. Yale University Press.

Jouvenel, B. De (1964). L’art de la conjecture, Futuribles [El arte de la conjetura, futuribles]. Éditions du Rocher.

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Mahoney, D. (2005). Bertrand de Jouvenel: Conservative Liberal and the Illusion of Modernity [Bertrand de Jouvenel: Liberal conservador y la ilusión de la modernidad]. ISI Books.

Reinhard, W. (1999). Geschichte der Staatsgewalt: Eine vergleichende Verfassungsgeschichte Europas von den Anfängen bis zur Gegenwart [Historia del poder estatal: una historia constitucional comparada de Europa desde sus inicios hasta la actualidad]. Beck.

Sartori, G. (1987). The Theory of Democracy Revisited [La teoría de la democracia, una nueva mirada]. Chatham House.

Derechos de Autor (c) 2021 Gabriele Ciampini

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1 Traducción del editor.